Justo ayer que fui al nido a matricular a Alejandro, vi a unos niños chiquitos haciendo actividades. Me acordé entonces de cuando los chicos entraron al nido. Eran súper chiquitos, apenas tenían 1 añito!!

Algunas mamás pensarán que soy una bruja (mi mamá me decía “la madrastra” jaja) por mandar a mis niños tan chiquitos al nido. Sé que mucha gente tiene temor de hacerlo porque piensa que son aún muy pequeños o simplemente no lo hace para estar más tiempo con sus hijos.



Obviamente, como todo aspecto de la crianza, la elección corresponde a cada quien y seguramente hay buenas razones para cada opción que pueda elegirse. En este caso, yo creo que es bueno enviar a los niños al nido desde que pueden caminar (normalmente entre los 12 y 15 meses) porque:

· Se divierten un montón,
· Interactúan con otros niños,
· Aprenden cosas nuevas (modales, les enseñan a esperar su turno, etc),
· Aprenden a compartir,
· Aprenden canciones,
· Aprenden a ser más independientes,
· Van de paseo,
· Tienen oportunidad para explorar,
· Son estimulados adecuadamente, y
· Te da un respiro.



Obviamente, muchas cosas de las que aprenden en el nido podríamos enseñarlas en la casa, pero pienso que es mejor que lo haga alguien con formación pedagógica y, sobre todo, porque siento que esa pequeña convivencia diaria (aproximadamente 4 horas), ayuda enormemente a los chicos a irse desenvolviendo mejor con otros niños y entendiendo – pasito a paso – que afuera hay todo un mundo en el que van a desarrollarse.

Ahora bien, coincidirán conmigo que el hecho que uno mande a su niño al nido no implica, en modo alguno, que una se desentienda olímpicamente de él durante ese lapso. Al contrario, la idea es involucrarse lo más que se pueda con las actividades del nido y, además, mantener un ojo vigilante y atento en lo que aprende, cómo va desarrollándose, qué profesora le toca, cuál es su método, quiénes son sus primeros amigos, cómo interactúa con ellos, etc.

Para ello, es fundamental, antes de dar el paso de matricularlo, visitar el nido, hablar con la directora, conocer las instalaciones y el cuerpo docente. Si es posible, conocer a la profesora que será asignada al cuidado de tu hijo, ver si tienen química y, en todo caso, transmitirle tus inquietudes y expectativas.

Es cierto que, como dicen los doctores, los nidos suelen ser fuentes de contagio de resfríos, pero es parte de la vida y tarde o temprano los niños van a tener que lidiar con ello, así que – para mí – el balance final es positivo para el nido. Mi experiencia ha sido sumamente grata con Alvaro (que como les conté, este año ya entra al colegio) y lo viene siendo con Alejandro (que este año termina el nido).



Escucharlos cantar las primeras canciones, venir con sus trabajos manuales y soltar las primeras palabritas en inglés ha sido invalorable. Y siento también que, siempre con la crianza básica de la casa, el nido ha constituido un complemento feliz y útil en su educación.

El único consejo que les puedo dar por experiencia propia es que tengan una comunicación fluida con la profesora, psicóloga y directora del nido (aunque parezcas chinche) preguntarles cómo anda, como ha ido progresando, fíjate bien cuantos niños hay en el salón y si hay las suficientes asistentes para atender a todos los niños.

Espero que las haya ayudado.

Me cuentan J

Mónica